Silvia Rivera Cusicanqui
Un mundo ch’ixi es posible. Ensayos desde un presente en crisis
Tinta Limón, 2018
169 páginas
$49.45
Reviewed by Montserrat Madariaga-Caro
La obra de Silvia Rivera Cusicanqui (La Paz, 1949) es un referente ineludible del pensamiento subalterno y descolonizante en América o Abiayala. Siendo fundadora del Taller de Historia Oral Andina (THOA, al que perteneció desde 1983 al 2009), Rivera Cusicanqui ha puesto en valor las vidas, los idiomas y las epistemes indígenas del continente en relación a procesos de la continuidad colonial. Socióloga e historiadora, aymara y boliviana, feminista y activista, en sus últimos escritos y entregas orales Rivera Cusicanqui se ha dedicado a crear subjetividades y representaciones del “mundo” que responden a prácticas descolonizantes. Es decir, su trabajo busca alternativas a un sistema hegemónico racista, clasista, especista y heteropatriarcal, centrado en la acumulación de poder, que, según ella, impera en Bolivia (incluyendo el periodo de Evo Morales) y en diversos Estados-nación del continente.
El libro Un mundo ch’ixi es posible. Ensayos desde un presente en crisis recopila cuatro textos que la autora adaptó del registro hablado y una entrevista con Francisco Pazzarelli. El origen “oral” del libro, según las “Palabras Previas”, es crucial a su metodología descolonizante, pues Rivera Cusicanqui desde sus inicios como autora ha valorado la oralidad andina. Su apuesta ha sido por un pensamiento que se hace cuerpo en la “escucha” y el diálogo, diferenciándose de los discursos autoritarios de la elite colonial que, según la autora, “encubren” y engañan con la palabra escrita. Así, la entrada al libro predispone a lxs lectorxs a conectar con la energía comunicativa del habla, una energía que en Rivera Cusicanqui es repetitiva y enfática, apasionada y, a la vez, dedicada. Las ideas se exponen en forma de planta enredadera que permite repliegues. Es un libro cara a cara con la pensadora, que abre espacio para asentir y disentir, problematizar como en una conversación, aunque lxs lectorxs sean quienes tendrán que responderse a sí mismxs.
Rivera Cusicanqui habla desde un “presente en crisis”, una crisis política y social hoy inequívoca si miramos la historia reciente de América—el Brasil de Bolsonaro, la Colombia de Duque, el Chile de Piñera y la Bolivia de Jeanine Añez a la espera de elecciones, por ejemplo. Una crisis, además, agudizada por la actual pandemia global de COVID-19. De este estado de catástrofe, plantea la autora, surge la posibilidad de un mundo ch’ixi, “una epistemología capaz de nutrirse de las aporías de la historia en lugar de fagocitarlas o negarlas, haciendo eco de la política del olvido.” (25) Rivera Cusicanqui critica al modelo de Estado-nación que, ya sea en alianza con el capitalismo neoliberal o el socialismo, ha afectado la calidad de vida de millones de personas que no pertenecen a las elites excluyentes y beneficiarias de este sistema.
“Ch’ixi” es una palabra aymara que entre otras cosas, según Rivera Cusicanqui, refiere a un color gris en apariencia homogéneo, que una mirada cuidadosa descubre como la unión de dos opuestos: el negro y el blanco. La autora utiliza este “concepto-metáfora” (17), llamado así siguiendo a Spivak, para plantear una forma de conocer, es decir, una epistemología; una forma de conocerse o auto-identificación; y una forma de crear mundos desde las “complejas mediaciones y la heterogénea constitución de nuestras sociedades.” (17) La epistemología ch’ixi reconoce las superposiciones de diferentes temporalidades en el presente debido a conflictos no resueltos del pasado. Por ejemplo, las demandas actuales de comunidades indígenas por la devolución de tierras o la exigencia de leyes no sexistas por parte de grupos feministas.
Con la noción de lo ch’ixi, Rivera Cusicanqui desestabiliza la idea de progreso—tan presente en la etiqueta “país en vías de desarrollo”—y las políticas identitarias de los Estados-nación, especialmente Bolivia. La autora interroga las identidades del “mestizo” y del “indio” desde su crítica al colonialismo como “una estructura, un ethos y una cultura que se reproducen día a día en sus opresiones y silenciamientos.” (25) Por lo tanto, la subjetividad ch’ixi se posiciona desde una diversidad irreductible, que devela falsa la homogeneidad social o la hibridación cultural. La autora dialoga, sobre todo, con las propuestas de Franz Tamayo y Fausto Reinaga, afirmando que tanto ella misma como los pensadores mencionados son “resultado de una práctica y un ethos, propio del mestizaje ch’ixi, que (re)conoce su indix interior y está firmemente situado en el aquí-ahora de su tierra y su paisaje.” (36) En otras palabras, reconocer la vida indígena en el territorio que habitamos y en nosotxs mismxs constituye el llamado a la acción de Rivera Cusicanqui.
La autora invita a buscar en el pensamiento y el lenguaje “indix” modelos que nos permitan salir de la crisis del colonialismo. Esto no es igual a afirmar que las culturas indígenas le pertenecen o son la base de las naciones modernas, como proponen los Estados coloniales. No, Rivera Cusicanqui apunta a develar la colonización interna, etnografiar e historizar el mestizaje colonial y, en esto, poner en valor lo indígena. En palabras simples, propone a la sociedad “mestiza” tender a la indianización y no al blanqueamiento. La autora está pensando, sobre todo, en la población chola de Bolivia, especialmente, en las mujeres indígenas que se van a trabajar a las ciudades de empleadas domésticas y luego son rechazadas como sujetas “indias” por movimientos como el indianista-katarista, al ser vistas como “mestizas”. Fuera de este contexto, su apuesta corre el peligro de ser mal interpretada y resultar en una nueva cooptación de la identidad y la tierra indígena por parte de personas criollas. Ahora bien, aún dentro de su contexto, Rivera Cusicanqui acusa al ex presidente boliviano Evo Morales y su partido político, el MAS (Movimiento al Socialismo), de llevar a cabo una utilización estratégica de la identidad indígena para acumular poder.
De la mano de su teorización sobre lo ch’ixi, Rivera Cusicanqui ejemplifica lo que entiende por micropolítica en diferentes secciones del libro. Este concepto es crucial para su propuesta, pues en última instancia, según expone, son las acciones cotidianas de múltiples y diversas vidas las que fisuran el sistema colonial-neoliberal. Las micropolíticas que resultan de una “socialización colectiva” (141), que se generan en la calle y no en sedes partidarias, amenazan el status quo de las elites (neo)coloniales. “La ‘pesadilla del asedio indio’, la ‘pesadilla del asedio de las mujeres’, pero sobre todo la eclosión de comunidades de vida que se inspiran en epistemes indias, ecologistas y feministas” (39) representan para la autora “constelaciones impensadas” (39), nebulosas de estrellas que iluminan otros mundos posibles.
El énfasis que pone la autora en calificar la capacidad de las personas de “producir y reproducir la vida” (107) como una potencia revolucionaria, es a mi juicio uno de sus argumentos más interesantes. La defensa de la vida, como lo entienden los pueblos indígenas—la defensa del agua, de la tierra—, evidencia que la crisis de la representabilidad de los gobiernos en Abiayala no sólo implica la transformación de los aparatos estatales y sus leyes, sino la urgente movilización de las ciudadanías hacia un cambio radical en sus formas de habitar. Quizás se le pueda llamar un “despertar”, como en Chile nos referimos al cambio de actitud de miles de personas que desde el “estallido social” (18 de octubre de 2019) exigen al gobierno una vida digna. Rivera Cusicanqui advierte en la indignación y en la rabia motores capaces de impulsar una “política de subsistencia” (142), que abren espacio al accionar en red, como un tejido. Este es el mundo ch’ixi posible.
Finalmente, la relevancia de Un mundo ch’ixi está, en gran medida, en su capacidad de generar preguntas y alentar imaginarios descolonizantes, pues es una escritura abierta al debate. ¿Puede adaptarse su idea de lo ch’ixi a otros territorios? ¿Cuáles son los riesgos de su propuesta de indianización? ¿Qué “conceptos-metáforas” nos pueden ayudar descolonizar la idea del “mestizaje” en otros Estados nacionales? Y, quizás, a nivel personal surgan en lxs lectorxs las interrogantes: ¿en qué micro-políticas a contra corriente del colonialismo participo? Y ¿cuáles podría comenzar a practicar?